Fallece el cineasta tinerfeño Juan Puelles

Me comunican el fallecimiento del escritor y cineasta tinerfeño Juan Puelles López. Una noticia que me conmueve hondamente porque me crucé en su vida siendo un adolescente que estudiaba en el InstitutoTeobaldo Power de Santa Cruz de Tenerife y cuyo apoyo y entusiasmo contribuyeron a que consolidara mi interés por el cine…

El primer recuerdo que tengo de Juan Puelles es verlo tocar el piano durante el estreno de El ladrón de los guantes blancos (José González Rivero y Romualdo García de Paredes, 1926). La sala del Yaiza Borges, que antes fue el cine Tenerife, estaba por una vez a rebosar de espectadores, la mayoría gente sorprendida y alucinada ante la noticia de ver el recuperado primer largometraje de ficción rodado por canarios en Canarias. Se trata de un documento imprescindible no solo por su valor de nostalgia sino también por lo que significó y significa en la pequeña pero cada día más inquieta historia del cine a este lado del Atlántico.

El caso es que ahí estaba Puelles (para los que fuimos sus alumnos siempre será Puelles y nunca Juan) tocando las teclas con una corrección que fue declinando a medida que avanzaba la cinta. Tanto, que llegó un momento en que algo hizo que la sala estalló en una sonora carcajada a la que el bueno de Puelles respondió inclinando la cintura, como si fuera un maestro de orquesta.

El segundo recuerdo que tengo de Puelles (sin el Juan) es como profesor de Ética. Me tocó en primero de BUP, y creo que a los que escogimos aquella asignatura en vez de la de Religión supo meternos en el bolsillo no solo por sus pintas de genio chiflado (hablaba no sé cuántos idiomas y tocaba no sé cuántos instrumentos musicales) sino por animar a varios de los estudiantes de primero para que escribiéramos el guión de una película que se convertiría en El examen, un filme rodado en súper 8mm y que el día que se exhibió en el salón de actos del Instituto Teobaldo Power se mereció además de una carcajada cuyo eco parecía que iba a derribar las paredes, una ovación que no tuve la oportunidad de escuchar porque otras tareas requirieron por aquel entonces el concurso de mis modestos esfuerzos.

Puelles animó además a la chavalada del Instituto a que crearan un cine club. Y así nació el cine club del Teobaldo, películas que proyectábamos no me acuerdo ahora si en 8 o 16 milímetros, pero sí que se trataban de clásicos sin discusión de lo que los necios llaman el séptimo arte.

Profesor y cineasta, Juan Puelles formó parte del equipo Neura por lo que resulta imposible explicar la probable historia de un cine canario de los años 70 sin que apareciera su nombre. Fue miembro, además, de Yaiza Borges, un colectivo de locos por el cine cuyo esfuerzo y tesón no ha vuelto a repetirse en las islas. Y es que además de rodar películas y preparar una adaptación frustrada de Mararía, se hicieron con el antiguo cine Tenerife para convertirlo en Yaiza Borges, una sala de exhibición cinematográfica que fue un oasis para generaciones de cinéfilos que residían a este lado del Atlántico, ya que por fin tenían en estas tierras su particular cine Alphaville de estar por casa.

Se trataba de una sala que lo mismo estrenaba La ansiedad de Veronica Voss (Rainer Werner Fassbinder, 1982) como Un hombre loco americano en Londres (John Landis, 1981). O la noqueante Posesión, de Andrzej Zulawski y Paseo por el amor y la muerte, de John Huston, cineasta que tal día como hoy, este mismo día en que se nos fue Puelles, hubiera celebrado su 118 cumpleaños.

En su amor por el cine, los de Yaiza Borges se animaron a publicar una revista, Barrido, que nació como fanzine a fotocopias para ir mejorando con el paso de los años. Si no me equivoco, llegó a sacar once números y en uno de ellos, ahora mismo no recuerdo en cuál, recuerdo una crítica elogiosa de Puelles al reestreno del largometraje Bandolero (Andrew V. McLaglen, 1968) que tituló El discreto encanto de los no geniales. Y si un título debe de resumir lo que se defiende en el texto, imposible haber escrito otro que diera en el clavo como éste.

Como cineasta dirigió con Alberto Delgado y para el Equipo Neura Crónica histérica (La conquista de Tenerife, 1973) que es cine guerrilla antes de que alguien se inventara el nombre; Vamos a desenmascarar al padre Manolo. Bueno, vamos (1974), El dictador aquí y ahora (1975) y Santos barranco (1975). Participó también en filmes colectivos y como codirector en experiencias como Venganza de cristal (2000), que firma junto a Domingo Ojeda y El reloj (2001), con Francisco Morales, entre otros.

Si quieren hacerse una idea aproximada de su filmografía les animó a que consulten el blog En pos de la ballena blanca, de Josep Vilageliú, íntimo amigo de Juan Puelles, y a quien recurrió en varias ocasiones para que fuera técnico o actor en sus películas.

Si las noticias que tengo no se equivocan, Juan Puelles fallece en tierras de la península, donde residía desde hace unos años. La película, que para todos los que vivimos tendrá algún día que llegar a su último capítulo, se apagó para Puelles, mi profesor de ética, un caluroso mes de agosto y precisamente el día en que vino al mundo un cineasta genial que nos enseñó la verdad de los perdedores pero también el espíritu de los hombres que sueñan con ser rey.

Buen viaje, Puelles.

Saludos, muy emocionados, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta