Cerco de arena, la gran novela sobre Fuerteventura de Enrique Nácher

Octubre 14th, 2024

“Ocho días en Morro Jable empezaban a ser demasiados días. ¿Cuántos más harían falta para reunir el dinero del viaje? La verdad es que Pilar había girado a Zaragoza los ahorros de la travesía y no le quedaba un céntimo. Una rápida reflexión que apenas duró un momento”.

Cerco de arena, Enrique Nácher (Luis de Caralt, 1961)

No termino de entender las razones de que en estas tierras, las islas Canarias, hayan unos escritores que aún viven a través de sus libros gracias “al sistema” pero otros permanezcan aún olvidados, enterrados bajo las arenas del olvido. Alguien podría argumentar que se trata de una cuestión de calidad pero no estoy de acuerdo porque la calidad de algunos de estos autores olvidados es indiscutible. Y uno de estos escritores fue Enrique Nácher, médico grancanario de profesión y autor de dos novelas que he podido encontrar en librerías de viejo y en el cada días más acotado Rastro de la capital tinerfeña, gracias a uno de esos golpes de suerte que de tanto en tanto te regala la providencia.

Me pasó hace ya unos años, cuando encontré por casualidad la primera novela que leí de Nácher, Tongo, y que como anuncia el título se ambienta en el mundillo del boxeo español. Escribí a propósito una reseña en la que elogiaba la alta calidad de la obra pero lamentaba, teniendo en cuenta los años en que fue escrita y publicada, los 50, la moralina que empaña sus últimas páginas, aunque no le resta valor a una obra intensa y realista en torno a la vida de un boxeador y su relación con los demás. Con este libro, Nácher pasó además a formar parte de los poquísimos escritores españoles que tantearon en sus novelas el mundo del boxeo, un deporte que gozó de popularidad en unos años donde no estaba mal visto que dos contendientes se midieran a golpes deportivamente en el ring. Los tiempos han cambiado, es cierto, pero Tongo sigue disfrutando de una intensidad que no he descubierto en otras obras de temática pugilística que se han escrito en este país.

Hace apenas unas semanas cayó en mis manos otra novela de Enrique Nácher, Cerco de arena, que se desarrolla en la isla de Fuerteventura, concretamente en Morro Jable, probablemente a finales de los años 50 o inicio de los 60, aunque no queda claro porque el escritor no dice en ningún momento en qué año se desarrolla esta fantástica aventura. Y como novela de aventura que es, de iniciación de su joven protagonista, una joven y atractiva profesora aragonesa que se traslada a la más larga de las islas Canarias para dar clase en una población que “duerme su eternidad entre silencios del gran desierto en tanto las olas del mar rompen bajo las piedras negras”.

Pilar Rodríguez San Pedro, Pilar, que así se llama la protagonista, es recibida nada más llegar a la isla por las autoridades de Morro Jable, entre los que se encuentra un alemán que vive en una vieja mansión, el señor Kleber, un personaje que puede estar inspirado en Gustav Winter, aunque su pasado no es el de un espía nazi ni el de un as del contrabando. Pensar otra cosa, escribe Nácher, sería creer en “cuentos de fantasmas que ruedan por las islas sin fundamento alguno. Porque el señor Otto Kleber no es más que un hombre sencillo enamorado del sol”. También rodean a Pilar un sacerdote, don Cleto, y el alcalde, don Benigno, majorero que conoció mundo porque fue marino en su juventud. Pero si hay un gran protagonista en esta novela es la isla y más que la isla, la geografía herida y seca de Fuerteventura en unos años donde la escasez de agua y de alimentos eran el pan nuestro de cada día.

Lentamente, pero sin perder de vista la historia que nos va a contar, se narra el paulatino proceso de transformación que sufre la maestra, fascinada ante el paisaje por mucho que se resista a él.

Por momentos, Cerco de arena me recuerda a Stromboli (Roberto Rossellini, 1950), esa isla volcánica del Mediterráneo a la que llega Ingrid Bergman, probablemente porque la presencia de Pilar despierta en la población de Matas Blancas instintos parecidos.

En esta geografía que hoy ya no tiene nada que ver con la que refleja Nácher en su novela, se desarrolla un laberinto de pasiones y al mismo tiempo en Pilar un proceso de asimilación, salpimentado de amor y odio a la isla. Al inicio, no se sabe si será capaz de aguantar la presión de vivir en un sitio, en un lugar, tan opuesto al de su tierra natal.

Es precisamente la lucha que emprende entre lo que es y su empeño en formar parte de una sociedad cerrada como es en la que ahora vive, una de las claves de esta novela que además de rendir un amor sin concesiones a Fuerteventura, es un interesante estudio de personajes narrados bajo el prisma de un realismo poético que obliga, ese al menos fue nuestro caso, a seguir con los ojos puestos en el libro.

La edición que tuve la suerte de encontrar es de Caralt y data de febrero de 1961. El libro no llega a las doscientas páginas en una letra algo menuda, pero son páginas en las que suceden muchas cosas aunque aparentemente no pase nada. Atención a la galería de secundarios que aparecen y cuyo carácter ha sido forjado por una tierra requemada por el sol.

Porque si hay un personaje en esta novela ese personaje es, reitero, la isla, Fuerteventura, un territorio que ahoga, molesto e incómodo. Muy sediento pero también una geografía que ofrece la oportunidad de ser otra persona. De reiventarse.

Enrique Nácher describe este proceso y cómo el paisaje termina por formar parte de la protagonista con descripciones en ocasiones muy líricas. Luego está el sol. Y sol hay mucho en esta novela pero agua potable por desgracia muy poca. De África viene, además, una plaga de langosta en la que “la gente indefensa corría asustada de un lado a otro cerrando puertas y ventanas”, y también nubes de polvo sahariano. La calima, esa niebla terrosa que no deja ver ni respirar.

Si gustan de las historias bien contadas y de cómo una isla como Fuerteventura te hace suyo para siempre, recomendaría que se acercaran a esta novela. Es buena literatura, a mi juicio. Y como tal, no se entiende que Nácher siga siendo un perfecto desconocido entre sus paisanos. De hecho, debería de figurar en los manuales de una literatura canaria que no termina de conocer su pasado.

“Tal vez sienta usté una miajita de desencanto. Pero tenga calma y verá. Esta tierra es güena. Se le mete a uno en la sangre y lueguito no le deja dir”.

Saludos, qué paciencia hay que tener, desde este lado del ordenador

Jorge Sánchez, María Jesús Alvarado y María del Mar Rodríguez dan inicio al viaje literario de la XII edición del Festival Periplo

Octubre 13th, 2024

El Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, Periplo, da inicio a su duodécima edición este lunes, 14 de octubre, invitando al público a sumergirse en relatos de travesías y de historias de vidas singulares, temática elegida para el encuentro que extenderá su programación hasta el domingo, día 20. Serán siete días bajo la carpa del Museo Arqueológico, y otros espacios de ámbito público y privado, en los que tomarán la palabra una treintena de escritores, periodistas, viajeros y divulgadores. Todo ello, gracias al trabajo conjunto de la plataforma ciudadana Comando Periplo y del Ayuntamiento de la ciudad anfitriona.

Esta primera jornada comenzasrá a las 16:00 horas con la apertura de la exposición Y si nuestras muñecas hablaran: relatos de viajeras singulares, en el Museo Arqueológico de Puerto de la Cruz. Esta muestra, que estará abierta al público hasta el 20 de octubre, invitará a los visitantes a explorar la historia y cultura a través de las muñecas, esas compañeras silenciosas que recogen fragmentos de las vidas y emociones de quienes las han tenido en sus manos. Con el apoyo del Club de Fábula de la Biblioteca Pública Municipal Tomás de Iriarte, las muñecas cobrarán vida, revelando los secretos de los corazones que han tocado. Cada pieza expuesta es un recordatorio de que estos objetos son mucho más que juguetes, son portadoras de sueños, recuerdos y ecos del pasado que vuelven a ser vividos.

Dos horas después, darán inicio las presentaciones literarias. La primera en subir al escenario dispuesto bajo la carpa del Museo Arqueológico será la escritora grancanaria María Jesús Alvarado, que pasó su infancia entre el Sáhara y Canarias. Esta experiencia forjó su doble conexión con el desierto y el mar, dos elementos recurrentes en su obra. 

Alvarado presentará en Periplo su novela El principito ha vuelto (Itineraria Editorial, 2023), de la mano del periodista y miembro del comité científico del Festival Eduardo García Rojas, a las 18:00 horas. Este trabajo literario retoma al clásico personaje de Antoine Saint-Exupéry, trayéndolo a la contemporaneidad en un viaje que invita a reflexionar sobre la pérdida, la memoria y el reencuentro con lo esencial.

A las 19.15 horas, tomará el relevo el viajero y escritor, Jorge Sánchez, que ha dedicado más de tres décadas a recorrer el mundo: ha realizado siete vueltas al globo y ha explorado exhaustivamente los 193 países reconocidos por las Naciones Unidas, incluidas sus regiones y territorios de ultramar. Su vida ha estado marcada por una pasión insaciable por descubrir lo inexplorado, aventurándose en los lugares más remotos y singulares del planeta.

Sánchez ha escrito más de 40 libros que narran sus aventuras y los asombrosos descubrimientos que ha hecho durante su travesía por la Tierra. En Periplo presentará su última obra, La vuelta al mundo por 100 lugares inquietantes (Manakel, 2024), junto a la periodista y miembro del comité científico del Festival Saray Encinoso. 

Cierra esta primera jornada la escritora nacida en La Palma María del Mar Rodríguez, con la presentación de sus dos novelas publicadas La prestamista  (Baile del Sol, 2019) y La Tuerta (Baile del Sol, 2023), ambas forman parte de su proyecto Relatos de unas islas desamparadas. Esta presentación literaria también correrá a cargo de Eduardo García Rojas, a las 20:30 horas. 

Por otro lado, el martes tendrán lugar las primeras charlas formativas a los escolares, a cargo de la periodista Ebbaba Hamedia (Voces sin fronteras) y del refugiado gazatí Ahmed Abuzubaida (El exilio infinito del pueblo palestino). En esta jornada arrancará el taller de fotografía de Walter Astrada, tres veces ganador del World Press Photo, El arte de narrar con la cámara: metodología de reportajes, en el Castillo de San Felipe (con entrada gratuita e inscripción previa a través del correo electrónico formacion@festivalperiplo.com).

Por la tarde, Hameida y Abuzubaida relatarán sus experiencias, con el objetivo de dar a conocer los desafíos del exilio, la lucha por la supervivencia y la búsqueda de una nueva vida. La poesía estará a cargo en esta segunda jornada de Elena Medel, con la charla El secreto de los versos, junto a Olga Mesa. Cierra la programación de este día el escritor Dipo Fayolin, con la presentación de África no es un país. Y otros estereotipos que debemos erradicar.
 
El Festival Periplo se enmarca en el laboratorio de innovación cultural y turística de Puerto de la Cruz, Josity, un proyecto que busca crear vínculos entre la historia y la cultura portuense y sus visitantes. Josity surge de forma transversal al Ecosistema Cultural y Creativo (ECC), gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, sus áreas de Turismo y Cultura, el Área de Innovación de Turismo de Tenerife, el Instituto de Desarrollo Cultural del Gobierno de Canarias y la Cátedra Cultural de Gestión y Políticas Culturales FECAM-ULL.

El Festival Periplo, organizado por el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, Comando Periplo y el Área de Cultura de Puerto de la Cruz, cuenta con la colaboración del Cabildo de Tenerife, el Museo Arqueológico, Casa África,  la Biblioteca Pública Municipal Tomás de Iriarte de Puerto de la Cruz, Macaronesian Hotels & Resorts, la Fundación CajaCanarias, Ébano Café, Cruz Roja y Skoda. Asimismo, el hotel oficial de esta edición es el Atlantic El Tope Hotel.

Saludos, nos vemos en Periplo, desde este lado del ordenador

Una Feria del Libro con aroma a pis de gato

Octubre 12th, 2024

La Feria del Libro, esa feria que uno ya no sabe si es de La Laguna o Tenerife porque se la llevaron de Santa Cruz hace ya unos años, se encuentra ubicada en la plaza del Cristo, lo que evita las estrecheces de ediciones pasadas y que todo parezca mejor dispuesto, probablemente porque hay algo más de dinero.

La Feria coincide además con otras ferias que poco o nada tienen que ver con el libro (mientras en la capital tinerfeña coincide con la de flores y plantas, artesanía y lo que dispongo la autoridad municipal), aquí en la de La Laguna se ha apostado por otro tipo de acompañamiento, y está bien eso de sumar casetas no solo de librerías sino también de editores en un espacio diáfano (es un decir), amplio y por el que circula el aire, así como las que acogen las presentaciones, entrevistas y lo que los dioses manden.

Estos elementos, además de una entrada cuqui y cierto aire pijín se venden como un lavado de cara de un encuentro con los libros que ni con el ornato disfraza las profundas escaseces que la devora por dentro.

Subo la mañana de este viernes a La Laguna porque participo en una mesa dedicada a Festivales Literarios en Canarias. Somos ocho por lo que el acto se divide en dos tandas. Cuatro primeros y cuatro segundos. Son las 10,30, así que uno agradece que salvo los que estamos en la mesa haya como dos o tres interesados entre el público. El resto son gente de la organización que están ahí para hacer bulto (entre ellos el consejero de Cultura, José Carlos Acha y un funcionario al que parece que han desinflado).

Sobre las 11 el sol comienza a cascar del carajo. Antes me han caído encima unas gotas de agua del techo de lona, pero no llueve así que espero que alguien me explique este fenómeno extraño porque a medida que hablamos me fijo en las gotas que se estampan contra la mesita donde están las botellitas de agua para los intervinientes. Mientras, espanto a las moscas con la mano cuando me llega un hedor a la nariz que me hace pensar si he hecho bien en cambiar de desodorante.

Esta circunstancia, la peste que olfateo y que pienso puede salir de mi cuerpo (junto a las gotas que caen del techo y las putas moscas) me hacen pensar si todo aquello lo ha organizado el Cabildo para torturar a sus invitados porque el acto lo organiza el Cabildo aunque no tengo muy claro si se trata de la carpa –Rincón isleño, creo recordar que se llama– que iba a tener el Cabildo de su propiedad o es otra cosa. Tampoco sé si aún le dura el cabreo a los de la Asociación de Libreros porque el Cabildo no ha aportado un solo euro a lo que debe ser la fiesta de los libros, aunque organiza un programa de actividades que parece diseñado por su peor enemigo. Por otro lado, sospecho que los organizadores de la Feria aprovecharon la ocasión para vengarse, ubicando el programita cabildicio a la más incómoda de las carpas, esa que gotea, está llena de moscas y encima apesta.

No sé si será porque el Mercado lo tengo al lado, o por el puto sol y el puto calor pero el hedor resulta insoportable.

Cuando finaliza la mesa redonda le pregunto a uno de la organización que por qué huele tan mal ahí dentro y si la carpa se ha instalado encima de una alcantarilla cuando compruebo satisfecho que la peste no sale de mis axilas aunque el sudor haya dejado dos cercos bastante grandes en la camiseta. Pero me reiteran que no, que el mal olor no procede de una alcantarilla.

¿Son fantasías mías?, pregunto. No, no son fantasías mías me responden. El hedor sale de la moqueta de césped artificial que hay dispuesta en el suelo. Al parecer –me comentan– las alfombras están guardadas en un almacén donde los gatos que por allí merodean aprovechan para mear encima de ellas.

En fin, descubro así que la peste es de pis de gato, un pestífero y desagradable pis de gato rancio, lo que significa para una nariz tan delicada como la mía que me entren arcadas. De hecho, y a lo largo de la mesa redonda, tuve que beber bastante agua para evitar que los restos del desayuno salieran como una cascada de la boca.

Respiro cuando estamos fuera, me tomo un cortado y unos vasitos de agua con gas, y aprovecho para dar una vuelta con más calma por la plaza del Cristo sin comprar nada. Si que logro que David Cabrera, me dedique su nueva novela: El juego de caer y tras declinar la invitación de almorzar con los participantes de la mesa, callejeo por La Laguna sonándome la nariz para despejar el mal olor que parece adherido a mi ropa, bastante pegajosa por el calor. Quedo con un amigo y su mujer y nos tomamos unas cañas en el Tocuyo, un clásico lagunero, y unos vinos en el Óscar Domínguez.

De la Feria poquito más. No termino de entender qué placer tiene eso de ir de una caseta a otra viendo la misma oferta de libros pero llevan así desde los tiempos de María Castaña. Cambia el escenario, sí, pero todo sigue igual. Solo que ahora, en el Cristo, parece más grande. Hablo con varios libreros y uno me dice que ayer, jueves, no vendió nada. Imagino que la cosa cambie este fin de semana si no diluvia sobre La Laguna.

Deambulado por esa Aguere que no es lo que una vez fue, capital cultural de la isla, me cuentan como un éxito la de colas que se formaron para ver a unos youtubers que yo no invitaría a mi casa y aguanto con cierto estoicismo cómo el idiota de turno se alegra de ver a tanto pibe haciendo fila para conocer a su ídolo o a su ídola.

Y me entra la congoja. Primero porque el espacio natural de nuestra Feria del Libro es el parque García Sanabria, Y nótese que digo nuestra porque no es de ellos sino de todos nosotros, los que amamos los libros. Segundo, porque pese a que se haya querido magnificar el espacio, si uno se da una vuelta comprobará que eso ya lo vio ayer. De hecho, los escritores locales que firman en las casetas de las librerías son los mismos de hace uno, dos, tres años. Solo faltó el del casco obrero, pero igual estaba y no me di cuenta. Respecto a los de afuera, tanto Sabina Urraca como Santiago Díaz publican en Alfagura (ya podrían haber invitado a Paco Cerdá, el autor de Presentes, que edita en el mismo sello, pero naranjas de la China) y a alguno/a más pero ná de ná. Pa’qué.

Todo bastante triste. Como siempre, y esa sensación de quiero pero no puedo que ensombrece una Feria que no tuvo que celebrarse jamás en octubre y mucho menos en La Laguna. Su espacio, ya dije, es el García Sanabria.

Me alejo con paso laaargo. Y encima ese sol que casca sin piedad y ese calor que parece una condena. Y ese olor a pis de gato que no se me va de la nariz.

La Feria del Libro, dicen.

Saludos, es lo que vimos, desde este lado del ordenador

Rayos X, una novela de Carlos Salem

Octubre 9th, 2024

“Volví a mi gente y a mi forma de ser. Tony se alegró y Saúl dijo que antes, cuando robaba las macetas de todo el barrio y las quemaba en lo alto de la loma, al lado de la casa en construcción, yo era más divertido. Porque me entendía”.

(Rayos X, Carlos Salem, Nectarina editorial, 2024)

Sean o no memoria, Rayos X del escritor y poeta Carlos Salem es un delicioso viaje iniciático al aburrido mundo de los adultos, escrito por un chico, llamado Nicolás, que descubre la realidad que le rodea a medida que se pasan las páginas.

El pibe, pese a que vive en un pueblo remoto del sur, del sur de Argentina, transita por las mismas alegrías y calamidades que uno atraviesa cuando tiene esa edad en la que se te va desprendiendo la piel del adolescente que fuiste para que te cubran los retales de esa edad en la que se supone eres mayor. O una persona con fundamento. Lo que a uno le ocurre cuando se encuentra en medio de esa frontera es lo que narra Salem en estas memorias que, advierte el escritor, pueden ser ficticias o no. Sean lo que sean, el caso es que su lectura me ha resultado absorbente, y me he reído y llorado con las cosas que le suceden a su protagonista porque en esencia casi fueron las mismas que pasé yo. Lo que está claro, o saco en claro de Rayos X, es que incluso con ese súper poder que tiene Supermán, la vida sería diferente.

En la tradición de novelas iniciáticas, de transición de la adolescencia a la adultez, como Guardián entre el centeno, la mirada de Carlos Salem sobre aquellos tiempos está poblada de fantasmas como el que anduvo en la casa de su niñez. Personajes todos que forman parte del pasado del protagonista y que reviven en nuestra cabeza recuerdos que ya ven, creíamos olvidados.

Sus padres, la escuela, los amigos, los primeros encuentros con las chicas, descubrir los misterios que guardan los adultos (¿qué oculta su padre en esas cajas que esconde debajo de la cama?) y Perón y el Che Guevara son solo algunos de los asuntos por lo que transita Salem, hasta ayer un escritor conocido sobre todo por su faceta como narrador de literatura negra y criminal más que como escritor comprometido y con alma. Esto no quiere decir que sus novelas noir carezcan de ese poso, pero sí que en Rayos X consigue que regrese a unos años en lo que todo resultaba tan grande.

La novela conmueve y su estilo también por la capacidad de hacer creíble la mirada de un adolescente en su largo recorrido por la vida. Una vida que a esa edad es algo más que un paréntesis en la existencia de los mortales.

Estructurada en trece capítulos y una introducción titulada Memorias para el olvido, en la que Salem habla de la razón del libro y de su vocación como escritor, cada una de las historias que forman parte de la obra están encabezadas por una cita que más allá de que avise del tono que tendrá, son un delicioso caramelo para el lector.

Rayos X estuvo guardada durante algún tiempo hasta que Salem la publicó en Tropo Editores en 2014, pasando no sé si desapercibida pero sí que sin la importancia que se merecía si tenemos en cuenta que se trata de un escritor con todas sus letras y que cuenta ya con medio centenar de libros publicados. Esta novela se trata sin embargo de un trabajo interrumpido, pero no interrumpido por dejadez sino porque parece que está escrito más con el corazón que con la cabeza, y cuando se escribe con el corazón se necesita tiempo. A veces demasiado para que la obra resultante tenga la intensidad emocional que Carlos Salem logra transmitir en la edición que ahora Nectarina Editorial recupera.

Este tipo de literatura, de memorias algunas dispersas y otras no, las de Salem pertenecen a las de no, cuenta con una numerosa bibliografía pero esa transición, esa dolorosa metamorfosis no en cucaracha sino en una persona adulta hay que saberla contar. Y si se pretende contar desde dentro, debe ser desde muy adentro, donde late el mismísimo corazón para que lo narrado sepa a vedad. Y es esa verdad lo que define este viaje a la memoria (ficticia o no, lo mismo da) de un personaje que como el Holden Caulfield de Salinger, comienza a darse cuenta que va resultar muy difícil ser guardián entre el centeno o, en el caso de Nicolás, tener visión de rayos X.

Escrita con una entrañable mirada, a veces amable y otras emocional como la que recoge en el capítulo A Dios le gustaba el circo, me ha sido casi imposible mantener la distancia con un texto que supo despertar recuerdos dormidos y que pensara, mientras lo leía, algo así cómo “eso me pasó también a mi. De otra forma, pero me pasó”.

El tono de la novela que narra bajo el disfraz de los recuerdos la pequeña pero grandiosa niñez y adolescencia de su protagonista, es transparente y no se complica con la sintaxis ya que es la historia de Nicolás contada por él mismo Nicolás, un personaje que no sé si volverá a aparecer en un nuevo libro de Salem o se quedará aparcado aquí.

No obstante y más allá de la curiosidad de ver cómo podría evolucionar el personaje, me quedo de momento con el Nicolás que aparece en Rayos X. Y me quedo con él no solo porque me resulte creíble sino también porque tiene algo de todos nosotros. Facultad que permitió que, como hace Salem con él, observe con rayos ¿equis? un tiempo pasado no sé si mejor pero seguro que sí mucho más atractivo e interesante y sobre todo grande.

Saludos, los ladridos del perro del vecino se repiten, desde este lado del ordenador

El productor tinerfeño Chano Álvarez recibe el II Premio CIIF Market – Sociedad de Desarrollo

Octubre 8th, 2024

Tristán es un escritor frustrado que vive de escribir frases inspiradoras en las sobrecillos de azúcar. Su rutinaria vida cambia cuando acepta, en misteriosas circunstancias, transportar el cuerpo congelado de su hermano Simón a través de España, para enterrarlo en la casa donde crecieron. Esta es la premisa inicial de Lo Carga El Diablo, una película de Guillermo Polo, rodada en Tenerife, y que se consolidó como proyecto dentro del CIIF Market en 2019. La película será proyectada el próximo día 17 de octubre, a las 20.30 horas en el cine Víctor de la capital como colofón al acto de entrega del II Premio CIIF Market – Sociedad de Desarrollo de Santa Cruz de Tenerife, que recibirá el productor canario Sebastián (Chano) Álvarez, de Volcano Films, la empresa productora local de la película.

Será la segunda jornada de proyecciones y entrega de premios tras el otorgado el día 14 a Eduardo Campoy y la proyección del filme Padres. Ambos actos son abiertos al público previa adquisición de su invitación en la web www.ciifmarket.com o la plataforma Eventbrite. El premio está patrocinado por la Sociedad de Desarrollo del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife con la intención de acercar aún más a la ciudadanía la celebración del Canary Islands International Film Market (CIIF Market). El mercado, que cumple esta edición veinte años, tendrá lugar del 10 al 18 de octubre en Santa Cruz de Tenerife.

Saludos, enhorabuena, Chano, desde este lado del ordenador

Pamen Pereira: “En la Antártida tienes la sensación que el hombres no es más que un cristalito de nieve”

Octubre 7th, 2024

La primera exposición de la nueva temporada de la Galería Artizar, en La Laguna, lleva por título Don’t give up, catorce piezas de la artista gallega Pamen Pereira, quien propone hasta el 19 de octubre una atractiva reflexión sobre el fuego como elemento de transformación y purificador. Pamen Pereira ha llevado sus proyectos artístico a sitios tan singulares como La Antártida, donde se sintió muy pequeña, tanto con el “cristalito de la nieve”, y es la cuarta ocasión en la que expone su trabajo en la galería tinerfeña.

- ¿Cuándo siente interés por el arte?

“Desde pequeña y tuve la suerte de que mi familia lo aceptara. Yo dibujaba muy bien y recuerdo que me agradaba ir a clase de dibujo. Me pasaba además las horas dibujando. Todo el tiempo estaba dibujando, a los profesores, a los compañeros de clase, al chófer del autobús, era algo así como una mujer a un blog pegado hasta que con 17 años me fui a Valencia a estudiar Bellas Artes porque en Galicia no había en aquellos años una facultad”.

- ¿Cree que es necesario que el artista pase por una escuela, una facultad?

“No lo creo pero es un sitio donde te encuentras con gente que tiene tus mismas inquietudes y aprendes las herramientas lo que nunca es malo aunque lo que más me ayudó la Universidad fue encontrarme con personas que sentían más o menos lo mismo que yo, lo que me hizo sentir menos sola”.

- Pasó un tiempo en Japón, ¿de qué manera le marcó esta experiencia?

“Muchísimo, y aún sigo influenciada. Siempre estuve interesada por el mundo espiritual, la alquimia en su imagen más espiritual, la materia en relación con el espíritu que es realmente lo que hago. Luego conocí el budismo zen y comencé a practicarlo y, al regresar a España, encontré un maestro y fui mezclando conocimientos porque me interesan también los gnósticos y la mística europea, y encontré un método que ha sido una guía muy importante. Me fui a Japón con un proyecto sobre el arte zen aunque el zen no es exactamente un arte. Quería entender la relación tan sutil que hay entre la materia y el espíritu. En mis estancia en Japón, residí en dos monasterios zen, tenía un estudio en Sapporo y viví su invierno aunque lo más maravilloso es que cuando llegué, aprendí sin dificultad su idioma así que me sentí como pez en el agua. En mi caso, vivir en Japón no significó un choque cultural porque me sentía feliz con sus costumbres, las comidas… Era fácil para mi. Luego estaba todo ese aprendizaje alrededor del zen que hizo que mi mirada estuviera abierta a más cosas lo que, de alguna forma, hizo que mi estancia marcara mi mirada, que desde entonces está tamizada por ese conocimiento”.

- Ha presentado, además, proyectos artísticos en La Antártida, Irán, Egipto… ¿Por qué en sitios tan singulares?

“Porque tengo espíritu aventurero y dejo que la vida me lleve. Ir a La Antártida fue difícil. En 2005 presenté un proyecto al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) pero me lo denegaron porque consideraron que no se trataba de un proyecto de investigación aunque sea más bien lo contrario, ya que el arte es un proyecto de investigación. Lo iba a explorar en La Antártida, expresar que la mirada del artista es completamente diferente a la de un científico así que presenté el proyecto a la Dirección Nacional del Antártico, que es un organismo argentino, y como los argentinos tienen mucho a amor por La Antártida les resultó atractiva la idea y la apoyaron. Luego viajé a Buenos Aires y desde Buenos Aires volé en un Hércules militar a La Antártida. Y allí me pasé dos meses, en la base Esperanza, con la sensación de que debajo de donde pisaba, debajo de ese tremendo abrigo blanco de hielo y nieve, latía el corazón de la tierra. Hay muchos volcanes en activo en La Antártida y a mi me gusta jugar con las paradojas… Te sientes allí muy pequeñito, tienes la sensación de que el hombre no es nada más que un cristalito de nieve”.

- Imagino que al exponer en lugares tan diversos la reacción del público es distinta.

“Sí, pero creo que cuando haces las cosas con honestidad, cuando lo que transmites es honesto, las sensaciones son comunes y se superan las barreras culturales, con matices obviamente”.

- ¿Qué constantes reconoce en su trabajo?

“En cuestión de materiales mi trabajo es heterodoxo porque me sirve casi todo. Cosas que me miran las incorporo a mi gabinete de curiosidades y puedo usar lo mismo una piedra, granito o barro así como las espinas de un pescado. Es una cuestión de atención y de cómo proyectarla”.

- Presenta en la galería Atizar Don’t give up, ¿qué pretende con este proyecto?

“Hay dibujos hechos con velas ya que todo gira en torno al fuego pero el fuego del que hablo es el que mantiene a la materia en constante transformación. En la exposición hay una relación singular con San Juan de la Cruz, que es uno de mis poetas favoritos. El fuego del que habla San Juan de la Cruz es el fuego que transforma el alma y purifica porque consume todo lo que es nombrable, todo lo que no es Dios, y para crear hace falta ese vacío en el que vuelve a crearse algo nuevo”.

- Tras Don’t give up ¿trabaja ya en una nueva exposición?

“Con el también artista madrileño Chema Marchesi preparamos la participación española en la Bienal de Dakar, Senegal, que tendrá lugar a principios de noviembre. Trabajo también en dos retrospectivas”.

- ¿Qué etapas reconocería en su trayectoria como artista?

“Tengo etapas pero no sé cómo marcarlas. Cuando terminé la carrera en 1986 comienzo una búsqueda que me lleva a la expresión y la mística centroeuropea. Hago dibujos pequeños y voy tras un reconocimiento del arte en la vida cotidiana, lo que se va haciendo cada vez más fuerte. Otra etapa es la de mi estancia en Japón, sin duda la que refuerza una manera de hacer en la que no concedo demasiado privilegio al adorno porque voy a lo esencial y eso en zen es un gran aprendizaje. Mezclo lo analógico con lo digital, como La tempestad. Hay una investigación tecnológica aunque la obra es la protagonista”.

- ¿Qué opina de la Inteligencia Artificial, será un adiós a todo eso?

“La veo con curiosidad y como soy de naturaleza curiosa, creo que no hay que negar lo que hay, las cosas no son malas ni buena, es lo que tú haces con ellas. La IA debe ser otra herramienta así que tenemos que usarla bien”.

Saludos, una sombra, una ficción, desde este lado del ordenador