Juan Carlos de Sancho: “El verdadero amor no tiene género”

Mayo 8th, 2024

La madre de doce escritores canarios son las protagonistas de una antología, Madres (Ediciones La Palma, 2024), que ha significado todo un revulsivo en el mundo editorial de las islas al despertar un interés entre los lectores inaudito ante un libro de estas características. Quizá sea porque para todos, incluidos los autores que participan con sus textos en el libro, madre solo hay una.

Juan Carlos de Sancho fue el encargado por la editora y también poeta y escritora Elsa López, de buscar a doce autores masculinos (Bachir Ahmed Aomar, Antonio Arroyo Silva, Jorge Fonte, Emilio González Déniz, Félix Hormiga, Francisco Lezcano Lezcano, Bruno Mesa, Noel Olivares, Anelio Rodríguez Concepción, Ángel Sánchez, el mismo Juan Carlos de Sancho y Miguel Ángel Sosa Machín) para participar en esta antología. El resultado, un libro que no llega a las 150 páginas, todas ellas pergeñadas de amor. Amor y devoción a las madres que son las protagonistas de una obra que se presentó esta misma semana en el espacio Desván Blanco, en la capital tinerfeña.

- ¿Por qué Madres y no Madre cuando cada autor escribe sobre su madre?

“Al principio se barajaron varios títulos para el libro. Estuvimos pensando en Madre, pero a medida que iba recibiendo los textos, iba comprobando también que no solo existía un arquetipo Madre, una manera estándar y previsible de ser madre. No fue así, cada una era distinta a las demás; teníamos 12 madres con doce personalidades diferentes, con 12 diferentes circunstancias familiares, económicas, sociales.

Por consenso decidimos que Madres sí reflejaba realmente el espíritu del libro: toda vida es diferente a las otras y cada madre hizo todo lo que pudo y sabía hacer en unas complejas circunstancias políticas donde a la mayoría de ellas les habían arrebatado sus derechos primordiales”.

- El origen de la antología nace a raíz de una idea de la poeta y escritora Elsa López. ¿Por qué cree que la poeta, escritora y editora confió en usted para que reuniera a los doce escritores que colaboran en la obra?

“No sé, ella ha dicho públicamente que por el entusiasmo que pongo siempre en lo que hago, creo que también porque compartimos una sensibilidad parecida hacia estos libros tan delicados y por mi experiencia como antólogo. El tema era muy apasionante, incluso con cierta polémica añadida, al ser solo 12 escritores hombres los que iban a escribir sobre sus  madres. El resultado  ha sido magnífico, el libro se está convirtiendo en un fenómeno editorial, la idea de Elsa López ha triunfado y en menos de dos semanas ya estamos en la segunda edición, preparando la tercera”.

- Eso quería preguntar, ¿por qué no hay escritoras en la antología y cómo definiría la relación de los autores con sus madres?

“Hay un espléndido libro en el mercado editorial, Madres e Hijas, coordinado por Laura Freixas (Anagrama), solo escrito por mujeres, y que trata también de esta realidad universal, una relación crucial, y sin embargo de muy escasa presencia en la historia de la Literatura.

Leyendo Madres descubres que los vínculos de los hombres con sus madres han sido tan intensos y profundos como el de sus hijas, como si el verdadero amor no tuviera género. Para mí y para los otros once compañeros ha sido una experiencia verdaderamente gratificante, muy dura a veces, incluso terapéutica. No es nada fácil escribir sobre tus propios sentimientos y a cara descubierta, y menos aún sobre tu propia madre”.

-¿Y por qué estos doce autores?

“Siempre me gustó saber el trasfondo de lo que escriben los autores y autoras que suelo leer. Escribía Simone de Beauvoir que “somos el mismo niño/a de siempre pero inflado por la edad”. Con esa idea esencial me acerqué a 18 autores que conocía personalmente (llevo en el mundo de la escritura desde 1977) o por la lectura intensa de sus libros. Finalmente quedaron estos 12, los que sin duda hemos elaborado, casi sin proponérnoslo, una Historia Maternal de las Islas Canarias desde los años cincuenta del siglo pasado hasta la primera década del siglo XXI. Todas nuestras madres han fallecido, excepto Rosita Padrón, la madre del escritor tinerfeño Jorge Fonte (con raíces familiares en la isla del Hierro), y que en la actualidad padece Alzheimer”.

-De quiénes se quedaron fuera, ¿quién le hubiera gustado que participara?

“Algunos de los que había llamado abandonaron desde el principio el proyecto ya que les parecía muy duro y delicado escribir sobre sus propias madres. Otros lo intentaron pero lo dejaron a medias por razones similares. Contar la verdad, tu propia verdad, sobre tu madre, no es tarea nada fácil”.

-Dio libertad absoluta a todos lo autores para escribir sus historias pero imagino que el límite de páginas sí que les fue impuesto, ¿hubo otra condición para contar sus historias?

“Ninguno iba a saber hasta el final, hasta el PDF definitivo que iba a entrar en imprenta, lo que iba a escribir el otro. Es un riesgo que corrí como antólogo pero el resultado final es un libro mágico, profundo, poético, estremecedor, revelador y de alto valor literario. Cómo comprobará el lector, había un límite mínimo y otro máximo de páginas. No hubo otra condición, solo contar la verdad de la relación con tu madre”.

-Leídos los cuentos y es una interpretación muy personal, tengo la sensación de que la mayoría de las autores destacan sobre todo el sacrificio y la abnegación de sus madres. ¿Cómo definiría usted a las madres y también a su madre?

“Creo que todas nuestras madres vivieron una situación muy difícil, una época de carencias y falta de derechos para la mayoría de las mujeres de entonces. Fíjate cómo era la situación que hasta para abrir una cuenta corriente o irse de viaje, tenían que pedir permiso a su marido. Y si sufrían maltratos o palizas de sus esposos debían aguantar tanta humillación con resignación cristiana, como solían escuchar en las homilías que se daban en sus parroquias.

Sin embargo fueron todas mujeres muy valientes, luchadoras, emprendedoras, bondadosas pese a tanto silencio obligado. No concebimos, ninguno de los doce escritores que hemos participado en este libro, la posibilidad de una madre mala. Como escribía Oscar Wilde en “algunas familias se heredan almas heridas que vienen de muy lejos”. Y las más perjudicadas fueron siempre las mujeres, algunas tuvieron que luchar sin descanso con ese injusto destino, con esa herida heredada.

Mi madre era un ángel, no puedo decir otra cosa de ella, era la Bondad en estado puro”.

-La madre sale reforzada en todas las historias que contiene el libro. ¿Cómo cree que sería descrito el padre en una antología escrita solo por mujeres?, ¿y la madre?

“Sinceramente creo que en ese libro futuro el padre también mostraría las diferentes caras de la paternidad así como de la maternidad hemos escrito nosotros. En toda relación paterno-materno-filial se dan amores y desamores profundos. Hay incluso filósofos que han descrito a la familia como el epicentro generador de muchos males sociales: el autoritarismo, la obediencia sumisa, la violencia institucionalizada y justificada, etc ,pero creo que este tipo de libros, tanto el nuestro como el de Laura Freixas, abren el abanico de posibilidades y exponen sin ambages y claridad diferentes formas de relación entre los progenitores y sus hijos/as, por lo que recomiendo leerlos en profundidad en estos tiempos tan confusos, iletrados e inestables”.

- ¿No se plantea una antología de padres (o padre) escrita solo por mujeres?, ¿qué autora seleccionaría?

“Tú como periodista lanzas al aire esta propuesta tan interesante, pero estaría muy bien que fuera una responsabilidad de ellas la elaboración de ese libro, de las escritoras y la antóloga elegida por una editorial. Sería el primero en ir a comprarlo”.

 -Y de los escritores canarios que ya no están entre nosotros ¿a quién seleccionaría y por qué para Madres?

“Me pones en un aprieto, porque el abanico es muy espacioso e intenso. Pero me voy a dejar llevar por mi sentir, no por mi pensar. Elegiría a Alonso Quesada y Domingo Rivero por su delicadeza para contar lo cotidiano-esencial, a Agustín Millares por su compromiso social con los más olvidados, a Juan Jiménez por dar voz y protagonismo a los más pobres y desheredados, a Pedro García Cabrera y Agustín Espinosa por su libertad de conciencia, estilo y amplitud de miras…y por supuesto a nuestro paisano, el gran Benito Pérez Galdós, el gran valedor de las mujeres en casi toda su obra literaria”.

-¿Y Padres?

 “Creo que elegiría, entre otros que no he nombrado, a los mismos que para Madres y por las mismas razones”.

-Procuró que los escritores de Madres fueran de casi todas Canarias, ¿es diferente la mirada sobre la madre entre un tinerfeño, un grancanario o un palmero?, ¿cree que el territorio es determinante en nuestro crecimiento y relación con los demás o entiende que hay un carácter canario común entre todas las islas?

“La maternidad es un concepto universal. Nuestro libro, Madres, se entenderá perfectamente en Australia, Corea del Sur, Mozambique, Colombia, Palestina, el Polo Norte, Francia o Egipto. De hecho ya hay una propuesta para traducirlo al árabe y otras para presentarlo en la Feria Internacional del libro de México 2024 y en Alemania en el Salón Berlinés (especializado en promover en Berlín la literatura escrita en español).

El territorio influye en nuestro crecimiento y relación con los demás pero hoy el “territorio dominante” es Internet, las identidades nacionales se están transformando, desde hace décadas, en identidades rizomas, en culturas de influencias. La mirada sobre tu madre es la tuya propia, no la que te marca el Gobierno Regional”.

-Usted ya tiene experiencia como antólogo, ¿qué le gusta de esta tarea?, ¿qué impresión piensa que se llevará el lector cuando lo lea?, ¿y las lectoras?

“Me gusta porque aprendo mucho de mis colegas escritores y escritoras. Esta es mi cuarta antología y no sé si será la última, es muy apasionante pero conlleva un enorme trabajo de investigación, selección, difusión, etc y en cierta medida el abandono temporal de mi trabajo de escritor.

Tanto los lectores como las lectoras de Madres disfrutarán de una novedad literaria que hasta ahora no se había editado en España, pero sobre todo disfrutarán de un libro escrito desde el corazón de cada escritor que ha participado en él. Hemos dado voz y presencia a nuestras doce madres y creo que vale la pena que las conozcan de cerca. Se lo merecen, sin duda”.

- ¿Fue difícil encontrar portada?, ¿por qué se escogió El Pesebre de Käsebier?

“Fue una decisión compartida por Elsa López y David Cabrera, director de Ediciones La Palma y yo: Elegimos esa portada por unanimidad, por lo que simbolizaba ese momento íntimo y solitario de la madre con su bebé. Y por la belleza del cuadro”.

 -¿Se atreve a dar su visión personal de las doce historias, incluida la suya?, si declina responder, hable de su cuento, ¿fue escrito expresamente para este libro?, ¿lo hicieron así el resto de los colaboradores?

“Por el modus operandis interno de cada historia real (no inventada), considero que este libro podría ser un importante material de trabajo para críticos literarios, sociólogos, historiadores, psicólogos, etc. A título personal me hago eco y hago mías algunas ideas o conceptos tratados en el libro: ¿en realidad hemos querido a nuestras madres tanto como ellas nos quisieron? ¿les preguntamos alguna vez si eran felices o necesitaban más a menudo nuestra compañía  y mimo ? ¿Comprendimos amorosamente sus  posibles “limitaciones”? ¿Comprendimos que alguna vez fueron niñas y tal vez no recibieron el cariño y cuidado que se merecían?

No puedo hablar de mi relato como un cuento. Los doce relatos de Madres no son cuentos, son realidades contadas de una forma literaria y sincera; ninguna historia que aparece en el libro es inventada o fingida, es la verdad de cada uno en la relación con nuestras madres”.

-Estos cuentos ¿están escritos más con el corazón o con la cabeza?

“Con la cabeza es innegable, sin duda; somos los doce escritores de largo recorrido y pensamos siempre lo que vamos a escribir, lo meditamos con la paciencia que cada página requiere. En el caso de Madres es evidente que los 12 hemos puesto en marcha nuestro corazón porque no era tarea nada fácil lo que íbamos a escribir y porque además nos íbamos a desnudar públicamente, escribiendo no solo lo que pensábamos de nuestras madres sino lo que sentíamos por ellas”.

-¿En qué momento se encuentran las literaturas que se escriben en Canarias y qué le parece los éxitos que están acaparando sobre todo las escritoras jóvenes canarias?

“Creo que el tiempo siempre responde aunque no se le pregunte. Yo soy de la opinión que un libro sin incubación es perecedero, solo responde a expectativas de mercado. ¿Ha visto usted alguna vez una gallina que ponga el pollo vivo directamente en el suelo, sin huevo previo y su posterior incubación?

Mi crítica constructiva es que veo un afán desmedido de fama y popularidad en jóvenes escritores y escritoras que ni siquiera se han cultivado en la lectura nutritiva. Esa prisa por ser famoso/a a toda costa, ese afán de tener éxito inmediato, está llevando a que una cantidad de libros publicados en las islas sean de muy mala calidad literaria, bien escritos pero con muy poco fondo. Escribir es un oficio muy complicado y se tardan décadas en encontrar tu propio estilo y tus argumentos primordiales.

Pese a lo dicho anteriormente vivimos una época muy creativa, mucha gente asistiendo a talleres de escritura, etc. Es una muy buena noticia. Pero insisto, el tiempo responderá aunque no le preguntes. Habrá que esperar a su veredicto”

(*) FOTO: Juan Carlos de Sancho, en la imagen junto a su maestro, Ángel Sánchez, autor también de uno de los cuentos de Madres, prepara ahora más de cinco libros, todos ellos puestos en marcha hace ya varios años. Dice el escritor y también antólogo que irán saliendo “cuando ellos mismos me lo pidan” y adelanta que próximamente estará en las librerías sus Cuentos completos, que reúne relatos escritos entre 2009 a 2024) / Esteban Rodríguez

Saludos, ese rayo que no cesa, desde este lado del ordenador

La chica que leía a Faulkner, una novela de Juan Capote

Mayo 7th, 2024

Resultaría una pena que una novela como La chica que leía a Faulkner (Oblivion, 2023) se perdiera en el maremágnum de novedades porque se trata de un libro que sin ser redondo, sin lograr alcanzar la perfección, sí que sabe conmover y meterse al lector que no está avisado en el bolsillo.

No se trata de un texto generoso en páginas. De hecho, casi parece que el escritor de origen palmero, Juan Capote, recurrió a un calculado número de palabras para contar una historia que pivotea entre el amor y la venganza, con un asesinato de por medio, el primer y único muerto de una historia que para algunos podría emanar cierto perfume negro y criminal pero que para otros va un poco más allá, saltándose la frontera del género porque el género es lo que menos le importa a Juan Capote y sí poner el acento en una relación que va más allá del tiempo y que narra, le cuenta al lector, en dos periodos cronológicos y marcadamente diferentes pero tan fundamentales para entender el proceso de transformación que viven sus dos protagonistas, Claudia y Julio. Historia de amor que el autor describe con atinado pulso narrativo y en la que el iniciado puede encontrar ecos de Lolita (la edad de Claudia es sensiblemente inferior a la de Julio) y rastros del mejor James M. Cain, que fue ese escritor norteamericano que en la edad de oro del género negro explotó la figura de la mujer fatal en este tipo de historias oscuras en novelas ya canónicas como El cartero siempre llama dos veces o Doble Indemnización, entre otras.

Además de la relación, que uno no sabe al principio si obedece a algún plan siniestro que prepara Claudia, se cuela también el aliento de la literatura. De hecho es la literatura la que hace que Claudia y Julio conecten en la novela, sobre todo porque la primera lee un libro de William Faulkner cuando el azar hace que conozca a Julio y poco a poco establezcan una relación tormentosa, al inicio plagada de secretos que va dejando ella como piedrecillas en el sendero por el que transita este romance peligroso.

El relato se desarrolla en Madrid durante los años de la Transición y en la actualidad lo que permite acercarse a la vida de un joven estudiante universitario en la capital de España. El viene de Canarias y su acento, que resulta algo gracioso a los habitantes de esta ciudad, rompeolas de un país que se nos perdió hace ya tiempo, logra que Claudia tome confianza con él por la calidez que emana no solo su voz sino también su carácter tranquilo y sosegado. Comparte Julio vida en esa ciudad de luces eternas con un amigo, Aurelio, que sirve de contrapunto a la locura enamorada que vive Julio, y que como si actuara al modo de un Sancho Panza moderno, hace lo que puede para que ponga sus pies sobre la tierra. En especial cuando observa el entusiasmo y la fe que recobra ante la existencia su compañero de vivienda. También la inquietud que marca su romance con Claudia.

La novela da un salto en la segunda parte a la actualidad para presentarnos qué rumbo ha llevado la pareja y que por circunstancias que no vamos a explicar se separaron años atrás aunque en esa separación el único dolor que habite sea el de las formas, la manera en la que los dos decidieron seguir por caminos diferentes.

El reencuentro, ya como adultos y con las huellas de la edad dibujando sus rostros, se producirá también en Madrid que es una ciudad que no solo sirve de telón de fondo y escenario para contar esta historia sino también como un mapa sentimental en los que distintos rincones de la capital española van marcando al rojo el itinerario de los protagonistas aunque la novela incida más en él que en ella sin que él termine de monopolizar el texto. Un punto que se agradece y que deja más espacio a un relato que si bien no termina de estar demasiado atinado en su final, ni con esas logra que se me borre el entusiasmo y sobre todo la agradecida capacidad de sorpresa que tuve cuando comencé a leer esta novela que publica una editorial independiente que se toma en serio la edición. Se dice toma en serio la edición porque además de contar con un texto notable, el libro está delicadamente maquetado. Hay vocación de arropar con traje de sastre las palabras que cuentan y envuelven a La chica que leía a Faulkner.

El caso es que soy consciente que, tras esta gratificante experiencia lectora, seguiré con atención el rumbo literario que emprenderá en próximos títulos Juan Capote porque estamos no ya ante el nacimiento de un escritor de fuste, sobresaliente en el terreno de las letras que se escriben no solo en el archipiélago sino más allá, sino también ante una novela insólita, que rompe tendencias y que apuesta por contar una historia íntima con una asombrosa economía de palabras. Es aquí donde se vislumbra la capacidad que tiene su autor para navegar por ella.

En cuando al muerto no hay conflicto moral, salvo que el asesino/a sea descubierto por la policía. La víctima fue un hombre malvado, un tipo indeseable y que con justicia no merecía estar en este mundo claro que aún con ésas no deja de sorprender que termine asesinado y con el paso del tiempo su autor y su cómplice hayan aplacado al gusanillo de la conciencia. Ese mismo que podría mortificar por razones naturales a los protagonistas de esta novela inclasificable y un poco rara. Un cruce, ya se dijo, bastardo entre el mejor Nabokov y Cain.

Saludos, leamos, leamos, leamos, desde este lado del ordenador

Carter, una novela de Ted Lewis

Mayo 6th, 2024

Soy un aficionado confeso a las películas protagonizadas por Michael Caine y entre su extensa filmografía destaco un título que bajo el nombre de Asesino Implacable (1971) inmortalizó al actor interpretando a su personaje protagonista, Jack Carter. Silvester Stallone protagonizaría muchos años después una nueva versión pero no tiene demasiado que ver con el espíritu de aquella primera producción que se basa en una novela, Carter, escrita por Ted Lewis.

Que me atreva a decir que la novela de Lewis es mucho mejor que la película dice mucho aunque sea verdad que mientras la leía con los ojos muy abiertos el protagonista, el Carter del título, tuvo siempre la presencia física de Caine. De hecho, parece que el personaje nació para que lo protagonizara el actor de películas como Zulú o Alfie, entre otras. Y es que Michael Caine da el tipo perfecto de canalla británico. De tipo que se ha curtido en las calles de Londres mientras se buscaba la vida.

Ted Lewis, que por desgracia falleció demasiado pronto, escribió otras dos novelas dedicadas a Carter. En España, que tenga noticia, solo se han publicado dos, esta Carter y La ley de Carter que no funciona como secuela sino como precuela. Si se lee Carter se entenderá la razón.

Hay otro tercer título que se ha traducido al idioma de Cervantes, No solo morir, en la que no aparece este asesino a sueldo sino un empresario que ha hecho dinero en la industria pornográfica cuando las películas pornos eran clandestinas y se rodaban en súper 8mm. Algunos dicen que este último título es de los mejor de la carrera del escritor pero para gusto nacieron los colores. A mi me parece una gran novela, construida además con vocación literaria que va del pasado al presente según se suceden los capítulos pero sigo prefiriendo Carter porque me parece un personaje que tiene los mismos mimbres que el Parker de Richard Stark (pseudónimo tras el que se escondía Donald Westlake), es decir, el de un tipo duro y frío como el acero. Capaz de arramblar con todo cuándo busca respuestas. Y en Carter la respuesta que busca es que alguien le informe de quién asesinó a su hermano y por qué. Sabrán si leen la novela si lo descubrirá y que hará con la gente que descubre que rodearon a su hermano antes de que éste falleciera.

Al inicio de la novela sus conocidos le sugieren de buenas maneras que regrese a Londres, que ya no tiene nada que hacer en la ciudad en la que nació y vivió una infancia y adolescencia complicada, pero Carter es testarudo como una mula, así que no hará caso y regará pronto de cadáveres aquellas calles en las que jugaba de pequeño, cuando su hermano muerto era quien lo defendía de los abusones del barrio.

Escrita con frases cortas, que casi parecen trallazos, a Ted Lewis deberían de recordarlos todos los seguidores de la literatura negra como un maestro. Al menos del noir británico, denso, me consta, de grandes escritores que se dedicaron a observar y narrar la cara B de su país. Es esa sociedad dentro de la sociedad la que forjó el Imperio Británico en el pasado. Fueron canallas como Carter, asesinos profesionales en los que corre por sus venas sangre helada, los tipos que lo hicieron posible.

Carter es un personaje anómalo en el género aunque cuente con ilustres primos hermanos como Parker, ya citado, dos tipos rudos que juntos serían capaces de acabar con cualquiera organización que se les pusieran de frente.

En el caso de Carter resulta además extremadamente incorrecto en estos tiempos de fascismo dulce que vivimos. Carter es un producto de aquellos años, los 60 y 70, y por lo tanto frío, amoral y calculador aunque a veces sus operaciones no resulten como esperaba.

Engrandece además una literatura como es la británica a la que gusta presentar personajes individualistas y un poco bestias. Tipos que están más allá del bien y del mal y que por eso mismo hacen las cosas que hacen. Tienen muy claro porqué actúan así y si bien fueron más que tirantes las relaciones que mantuvo con su hermano, en especial cuando ambos llegaron a la mayoría de edad, eso no resta que quiera hacer justicia cuando descubre que más que suicidio lo que pasó fue que unos decidieron quitárselo de encima. La incipiente industria del porno asoma también la cabeza en esta novela pero no voy a desvelar de qué manera para que la lean y conozcan a su protagonista. Un hombre solitario cuya familia tras la muerte de su hermano ha quedado reducida a una sobrina con la que no se lleva nada bien. La otra familia es una organización criminal para la que trabaja en Londres. Que ahora se encuentre en su tierra natal se lo ha tomado como unas pequeñas vacaciones, vacaciones que cambian al convertirse en una venganza despiadada.

Fue leer Carter y engancharme a la literatura de su autor Ted Lewis, uno de los grandes. De los más grandes de esta literatura que antes sí que sabía pegar tiros y no al aire precisamente.

Saludos, explosivos en el té, desde este lado del ordenador

Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife: El horror, el horror

Mayo 4th, 2024

Es terrible pensarlo pero lo pienso cuando paseo por la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife, que ya no es feria ni , y no porque coincida en el mismo espacio, el parque de García Sanabria, con otras ferias como las de flores y plantas, cada vez más arrinconada por la de dulces, mieles, pasteles y chocolates de la tierra, y la de artesanía, lo que hace intransitable pasear por las alamedas es la avalancha de personas que suben y bajan. Que bajan y suben. Fue así el miércoles 1 de mayo y fue así, aunque con menos ciudadanos, la tarde del jueves 2 y se repitió el viernes 3, Día de la Cruz y con la que la ciudad recuerda el primer campamento castellano que se estableció en Tenerife hace ya mucho, muchísimo tiempo…

Así que es inevitable pensar, mientras camino con Kala tirando de la correa por el paseo de Domingo Pérez Minik que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Hay más dinero, me cuentan. Y apoyo de instituciones que, como el Cabildo Insular, respaldan esta edición del 2024 tras años y años de mirar a otra parte, de pasar olímpicamente de la Feria del Libro de Tenerife que se celebraba en la capital tinerfeña y no esta de ahora, Feria del Libro de Santa Cruz pero no de la isla. En cuanto al amerizaje del Cabildo, una pequeña carpa y unas cuantas sillas.

La Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife ha terminado por convertirse en un estrecho caminito flanqueado por casetas de librerías (pocas para las que hay en toda la isla).

Recuerdo que hace unos años la Feria del Libro cubría tres de los cuatro paseos del parque claro que entonces era la Feria del Libro de Tenerife y no de Santa Cruz, que es la de ahora, tan changa y birriosa.

Existe un programa de actividades paralelas. Hay actos para los niños que lo sufren todo sin rechistar y para los adultos que se lo comen todo sin protestar también porque vivimos en una capital de plácida ignorancia.

Kala tira de la correa, va a mi lado y mueve el rabo. Driblo a hombres y mujeres y a niños y niñas que suben y bajan y bajan y suben. El aburrimiento comienza a espesarse en mi cabeza pero la caseta de la asociación Brahma Kumaris me permite, como el año pasado, a que pruebe suerte con la ruleta de las virtudes.

Giro la rueda pero la muy cabrona se encasquilla. “Hazlo sin menos energía y sí más corazón”, me susurra al oído el otro yo… En fin, lo que hay que aguantar en esta feria del libro que dejó de ser feria y sí un espacio donde se compran libros con un 10 por ciento de descuento.

Volví a girar la dichosa ruleta y de nuevo la flecha se quedó en tierra de nadie lo que me hizo reflexionar si de verdad tengo virtudes. El pensamiento se disolvió, más cuando me di cuenta que se había formado una pequeña cola de gente que esperaba pacientemente su turno para girar la ruleta. Me perdí entre la masa de personas que subían y bajaban preguntándome ¿por qué?

La respuesta la tuve aunque la confirmé cuando se celebró la rueda de prensa para presentar la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife. Si observan la imagen, además de todos machos, todos son de momento autoridades (vamos a denominarlas así) que desplazaron con la técnica del quítate tú para ponerme yo a los libreros que, se reitera, no hay ninguno entre entre tanto enchaquetado representante de nuestras cosas públicas. Raro, ¿verdad?

En las Ferias, ya saben que cualquier tiempo pasado fue mejor, en las Ferias que recuerdo solía encontrarme con todo dios. Amigos y conocidos, y entre libro y libro y entre charla y charla, caían una o dos cañas. En la Feria compartí, cuando la de Santa Cruz era la Feria del Libro de Tenerife, momentos estupendos y llenos de cultura y de risas con Alexis Ravelo, Yolanda Delgado, Izasku Negrín (Librería de Mujeres, una de las ausentes en la edición de este año), Santiago Gil, Javier Hernández Velázquez, Pablo Martín Carbajal, Pedro Flores, Pepe Corre, Nicolás Melini y el gran Antonio Lozano, entre otros muchos.

Le mostré Santa Cruz la nuit a Pedro Herrasti, y me llevé una extraordinaria impresión de escritores como Fernando Aramburu y Jordi Amat, entre otros…

En ediciones pasadas, recuerdo también a Javier Reverte leer una especie de pregón el día de la inauguración de una de las Ferias y tras finalizar, contarme que estaba a punto de salir un nuevo libro de viajes, en esta ocasión por la isla esmeralda: Irlanda.

De todo aquello ahora solo quedan recuerdos que me llevaré a la tumba pero con esos puntos y apartes que a veces te sorprenden en tu tierra de plácida ignorancia y que te hace más ciudadano del mundo y menos de una patria que dejó de ser almendro hace mucho tiempo.

Paseo por la Feria del Libro y veo algo que no es feria ni . No están los grandes Román Morales y Carlos Centurión, nuestros épicos trotamundos, vendiendo como manteros y entre caseta y caseta sus libros de viajes. Me dicen que los seguritas les invitaban a abandonar el parque porque ahí no podían estar. Todo esto bajo los ojos de la tetuda, que es la estatua de esa fuente vertical que es el centro de este pequeño y hermoso pulmón verde de la ciudad que es el García Sanabria.

Seguiré subiendo y bajando como un zombi por el paseo Domingo Pérez Minik hasta el próximo domingo pero más como un zombi que como un lector pendenciero. Ya no veo a los de antes, unos porque se me fueron demasiado pronto y los otros porque no se les ha perdido nada en esta Feria que no es Feria sino un estrecho paseo en el que firman sus ejemplares algunos amigos/as escritores/as.

Tendré que esperar a octubre para la Feria del Libro de Tenerife, título que se llevó hace años La Laguna mientras el Ayuntamiento de la capital tinerfeña se encogía de hombros dejando que le arrebataran un encuentro que, desde que tengo memoria, se celebraba con otro estilo y sobre todo ambiciones en la capital chicharrera.

Disfruté la Feria de Libro de Tenerife en la plaza de La Candelaria, en la plaza del Príncipe y en el parque García Sanabria que era y es su espacio natural. No vean la que monté cuándo me enteré que se la querían llevar a la Recova Vieja, encerrada en cuatro paredes y bajo techo cuando el libro debe y tiene que estar en la calle, y si es rodeado de árboles, plantas y flores, mejor.

Recuerdo la primera que se hizo recién salidos del confinamiento, allá en el exilio, en los aparcamientos del Palmétum. Y sí, todo era extraño entonces.

Llevábamos todavía mascarillas y nos imaginábamos al virus de la Covid-19 flotar a nuestro alrededor con intenciones perversas pero la Feria, diablos, se instaló. Es verdad que en donde los dioses perdieron los calzones. No participaron en aquella demasiadas librerías. Creo de hecho que se podían haber contado con los dedos de una sola mano, pero se hizo y dio la cara por una ciudad, ay mi Santa Cruz, que dejó escapar la oportunidad de ser también la capital cultural de la isla y de Canarias si se tomara las cosas en serio.

Pero no se las toma. El peso de la Feria del Libro de Santa Cruz descansa en políticos (que están ahí para la foto) y funcionarios (que saben mucho de papeles pero poco de cultura y menos de la calle) y el resultado final es el que vivimos desde hace ya unos años una feria que ya no es na. Na de na.

Bajaré hoy sábado, 4 de mayo, y también este domingo, 5, con la misma pregunta sobrevolando mi cabeza: ¿cuándo dejarán los políticos y funcionarios de controlar la Feria de mi ciudad que fue la Feria de la isla en la que nací? Algo me dice que si esto sigue así, jamás de los jamases. Que los libros, con independencia del color político que gobierne esta capital de provincias, esta isla y el archipiélago, se las traen al pario. Deben de pensar ¿quién, a estas alturas, pierde el tiempo leyendo? Y así salen las cosas como salen…

Miro al cielo, con ese azul tan hermoso y limpio que tiene el de mi ciudad, y tras tropezarme con Pérez Minik en la terraza del Numancia devorando un plato de queso amarillo me pierdo por la rambla camino de la plaza de La Paz pensando una y otra vez aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor… Ya saben, cuando la Feria del Libro no era de Santa Cruz sino de Tenerife, la Feria del Libro de Tenerife.

(*) En la imagen del medio, la de la rueda de prensa, se encuentran de izquierda a derecha el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Santiago Díaz Mejías; David Mille, director general de Comercio y Consumo del Gobierno de Canarias; el alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, el consejero de Cultura del Cabildo Insular, José Carlos Acha y Javier Caraballero, concejal de Fiestas .

Saludos, no nos consta que la nostalgia es un error, desde este lado del ordenador

Carta abierta a Santa Cruz

Mayo 2nd, 2024

Reproducimos un escrito que nos remite la Librería de Mujeres. Hace pensar. Y a veces con una sonrisa y es que reír –recuerden– es la mejor forma de tomarse las cosas en serio (Boris Vian).

CARTA ABIERTA A SANTA CRUZ

Con el deseo de que quienes gestionan la cultura de nuestra ciudad recuperen y honren la memoria enviamos este alegato memorioso en un solo acto.

Acto único:

(Música de fondo, Ay, pena, penita pena, en la voz de Lola Flores)

(Sitio de escritura y lectura, la Librería de Mujeres, Donde viven las monstruas*)

(Silencio. Entra voz)

Este es el breve relato de una terrible desaparición*

(Luz tenue. Voz acariciadora)

Érase una vez, hace mucho tiempo, había en Santa Cruz de Tenerife una Feria del Libro. El parque García Sanabria, bajo la atenta mirada de sus árboles y el coro cómplice de su roar de ranas, acogía a las libreras y libreros de toda la isla en un espacio privilegiado donde ocurrían cosas: un espacio vivo, colorista y atractivo, diverso (para todo tipo de lectoras y lectores; para influencers, youtubers, famosos y famosas, pero también escritoras y escritores). Con una programación cuidada y seria –que iba más allá de lo evidente-, centrada en la difusión del libro –y la cultura-, que reunía a autores y autoras isleñas y continentales cuya distinta procedencia no impedía que se celebrara con encuentros la fiesta de la lectura –y de la cultura- en un intercambio rico en experiencias que se nutría de lo común y lo distinto.

A través de nuestra librería llegaron a la isla autoras como Irene Vallejo, Elisa Victoria, Marta Sanz, Sara Mesa, Elena Medel, Mónica Ojeda, Clara Obligado, Cristina Morales, autoras que se integraron en el conjunto de actos generales porque compartir era la meta. En los distintos escenarios y casetas se daban cita nuestras escritoras y escritores.

Pienso ahora en Puri Gutiérrez, en Cecilia Domínguez, en Maite de Vega, Elsa López, Andrea Abreu, Aida Gónzález… Había presentaciones de libros, mesas redondas, y firmas de libros, claro que sí, porque esto es importante, no nos engañemos: las librerías son también lugares de venta, comercios, lugares de trabajo remunerado. Forman parte del oficio de la cultura, como quienes editan los libros, los distribuyen, los traducen, los escriben. Oficios todos que, por muy vocacionales que sean, y en la mayoría de las veces lo son, se dignifican a través de la remuneración, porque un trabajo remunerado es un trabajo reconocido socialmente.

Érase una vez, hace mucho tiempo, el libro era el protagonista absoluto en una feria específica y única, de provincia, que constituía un ámbito de conversación entre autoras y autores pero también entre las personas que participaban de la experiencia y estaban dispuestas a conocer, descubrir y disfrutar de los intercambios e interacciones presenciales. Una feria promocionada y apoyada desde la cultura pública y de lo público, que es la que debe ejercer un contrapeso frente a las inercias del mercado.

Érase una vez, hace no tanto tiempo, en esta ciudad capital de provincia se organizaba y celebraba una Feria del Libro. Hoy la Feria ha desaparecido y los encuentros “culturales” que suceden en las Fiestas de Mayo se han apropiado del nombre poniendo a la cultura en el lugar en que nunca debe estar, como si lo cultural fuera accesorio, insustancial o prescindible, como si la historia de la humanidad no estuviera trazada por los libros.

Hoy, en esta ciudad, quienes manejan los hilos políticos de la cultura han olvidado que la cultura no puede ser, nunca, nunca, como dice una queridísima amiga escritora, “la guarnición del filete”. Frente a ese olvido, a la marginación de la cultura, al desplazamiento del eje, a las confusiones insólitas, a la indiferencia mostrada y a la sordera selectiva enviamos esta carta, deseando que la memoria regrese y con ella la cultura.

(Silencio)

(Se acabó en la voz de María Jiménez)

Nosotras pasaremos la espera apoyadas en el quicio de la librería. Si quieren encontrarnos, ya saben dónde estamos.

¡Felices Fiestas de Mayo!

¡¡¡Cuentistas!!!

Mayo 2nd, 2024

* El espacio cultural Desván Blanco acoge la tarde del sábado 4 de mayo y a las 19 horas la presentación del volumen de cuentos Madres, que contará con la introducción de la escritora y poeta Elsa López, que recibió el Premio Canarias de Literatura en 2022 y es responsable de Ediciones La Palma, que publica esta antología.

Madres es un libro que consta de doce relatos sobre la madre de cada uno de los doce autores que participan, todos ellos masculinos. La obra estuvo al cuidado de Juan Carlos de Sancho, que también incluye una de sus historias en este volumen y que también estará junto a Elsa López en la presentación que está prevista que se celebre este sábado en la capital tinerfeña.

Los autores seleccionados en este libro son Bachir Ahmed Aomar, Antonio Arroyo Silva, Jorge Fonte, Emilio González Déniz, Félix Hormiga, Francisco Lezcano Lezcano, Bruno Mesa, Noel Olivares, Anelio Rodríguez Concepción, Ángel Sánchez; el mismo Juan Carlos de Sancho y Miguel Ángel Sosa Machín, quienes escriben historias sobre sus progenitoras en clave de amor eterno.

* Nicolás Melini reúne algunos de sus cuentos en No es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa, que publica la editorial Diego Pun y en los que se resume 25 años de escritura de ficción breve.

El libro incluye cuentos de otros libros anteriores como Historia  sin cariño de Remedios Quiero Besarte, Pulsión del amigo, Africanos en Madrid, Ciénega (libro incluido en la recopilación Aunque no sea el blanco mi color favorito) y Talón pero no incluye narraciones de Cuaderno de mis mayores y del reciente ¿Que qué me pasa, muchacho? al no tratarse de cuentos sino de “narraciones que comportan una combinación de géneros”.

No es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa, la frase que da nombre a esta antología, recoge un diálogo en la que un padre ya mayor se refiere a sus hijos, que se encuentran lejos haciendo sus vidas.

Saludos, cuentistas, vaya por Dios, desde este lado del ordenador